La Jornada/Ciudad de México.- Aunque quizás no se vuelvan a reunir en circunstancias y escenarios similares, los tres protagonistas de la disputa por la nación y sus proyectos antagónicos lanzaron ayer su reto: se acusaron de todo en el último debate y cruzaron duras imputaciones sobre el acuciante tema de la seguridad, con énfasis en señalamientos de vínculos con el crimen organizado y corrupción en torno a las políticas aplicadas en sexenios recientes.
Este último ejercicio de confrontación de propuestas fue, sin duda, el más áspero de los tres que se realizaron y a ratos se tornó un torbellino de descalificaciones estruendosas y temerarias con base en fuentes a las que se les confirió veracidad a priori.
La revelación que les quiero hacer esta noche es muy grave: Mario Delgado está bajo investigación criminal por agencias de seguridad de Estados Unidos, lanzó la candidata opositora, Xochitl Gálvez. Una imputación que, indicó, es una secuela asociada al “huachicol fiscal” que permitió la importación ilegal de gasolina a México. Una apretada explicación que concluyó ratificando su epíteto de narcopartido a Morena.
En respuesta, la candidata de Sigamos Haciendo Historia expresó: “el Prian tiene más gobernadores prófugos que en funciones. Esos sí son hechos, lo demás es palabrería”.
Gálvez reviró de inmediato: a los gobernadores del PRI se los llevan de embajadores.
Sheinbaum apeló a la historia y a la memoria, aprovechando que el debate se realizó en el Centro Cultural Universitario en las inmediaciones de la Plaza de las Tres Cultura, lo que motivó una referencia a la historia de represiones en los gobiernos del Prian.
Formalmente, en el debate de anoche se abordaría el tema más sensible para el país: la inseguridad y la estrategia para frenar la oleada de muertes que se arrastra desde hace 18 años, cuando Felipe Calderón declaró la guerra al narcotrafico. “Fue –afirmó Sheinbaum– una de las decisiones más terribles que se hayan tomado” y enseguida se refirió a Genaro García Luna, preso hoy en Estados Unidos.
Sancionada por el Instituto Nacional Electoral por endilgar a su adversaria el calificativo de narcocandidata sin prueba alguna, Gálvez reincidió en su imputación.
Con la ligereza que muchas veces le distingue, sostuvo: “en el pasado debate llamé narcocandidata a Claudia Sheinbaum y eso generó mucha polémica. Esto no es un apodo ni un insulto.
Eso lo dice el libro de Anabel Hernández, y citó una reciente publicación de la autora, y como (Sheinbaum) me va a decir que presente la denuncia, pues ya la presenté.
Sin embargo, la morenista no mordió el anzuelo: “nada más decir que las fuentes de ese libro son mejores las de La Reina del Sur, de Pérez Reverte. O mejor le recomiendo ciencia ficción. ¿Por qué no lee a Ray Bradbury, Fahrenheit 451 o Crónicas marcianas?”
Tercero en discordia, el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, repartió críticas por igual: conmigo no tienen por qué preocuparse de cuál García es peor, si García Luna o García Harfuch (secretario de Seguridad con Sheinbaum en la Ciudad de México).
Gálvez pretendió obtener resultados similares a los ejercicios anteriores, por los que se proclamó ganadora, y lanzó su resto. Cada intervención la dedicó a acusar a Sheinbaum de mentirosa, oportunista y un largo etcétera, para llevar el debate al cruce de acusaciones, como en el segundo encuentro.
Expresó que el proyecto de Sheinbaum extorsiona a la gente con que la oposición quitará los programas sociales, diles que están en la Constitución, es imposible quitarlos (…) mientras tú a los 10 años bailabas ballet, yo tenía que trabajar.
La aspirante de Sigamos Haciendo Historia saldó el tema de la política social con los logros del gobierno obradorista: becas, 200 nuevas universidades y opciones de desarrollo, entre otros. Su estrategia de apostar por las propuestas como respuesta sólo cedió en algunas ocasiones.
“Los mexicanos no nos merecemos un debate lleno de calumnias y lleno de mentiras. Eso refleja la ausencia de gobierno. No voy a caer en provocaciones. Al debate venimos a presentar propuestas, defender proyectos. Entiendo la desesperación del Prian; va en un lejano segundo lugar, pero no comparto sus métodos.”
Empecinada en mostrar yerros y omisiones oficialistas, Gálvez no modificó un ápice su estrategia de mantener un asedio constante a la candidata morenista, ignorando a Álvarez Máynez.
La acusó de haber tenido el peor desempeño para enfrentar la pandemia, de abandonar a las madres buscadoras, de gasear a las feministas y de no atender a las mujeres con cáncer.
No, bueno, es que quien dice mentiras, en realidad se ve al espejo, reviró Sheinbaum, quien en varios momentos reivindicó los logros del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Poco más de hora y media, en la que Álvarez Máynez trató insistente e infructuosamente de terciar en la confrontación entre las aspirantes. Ésta fue escalando hasta llegar a apelar manipulaciones del guadalupanismo mexicano.
Gálvez retomó los encuentros de ambas con el papa Francisco para lanzar una nueva embestida contra Sheinbaum por el sacrilegio de usurpar las creencias religiosas.
Hablando del Vaticano, tengo una pregunta para la candidata de las mentiras. Las dos tuvimos un encuentro con el Papa. ¿Le comentaste a Su Santidad cómo usaste a la Virgen de Guadalupe en una falda, a pesar de que no crees en ella ni en Dios? ¿Le platicaste que derrumbaste una iglesia cuando fuiste delegada de Tlapan? Tienes todo el derecho de no creer en Dios, es un tema personal. A lo que no tienes derecho es a usar la fe de los mexicanos con oportunismo político. Eso es hipocresía.
Molesta, Sheinbaum descalificó las críticas de su oponente: Eso es una absoluta provocación que no voy a contestar. La va a aclarar mi equipo el día de mañana.
El papel del Poder Judicial en la República fue motivo de un nuevo cruce de acusaciones entre ambas candidatas, en el cual los dos últimos presidentes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar y Norma Piña, fueron defenestrados, señalados ambos de resquebrajar la inmaculada autonomía de las decisiones judiciales para fines inconfesables.
Era el colofón de este ejercicio democrático de confrontar proyectos del futuro de la República que, paradójicamente, concluyó con la inculpación mutua de que el autoritarismo es su adversario.
Gálvez se dirigió directamente a López Obrador, al que tildó de autoritario por nunca haberse reunido con la oposición en su sexenio. Es más, fue seis veces a Badiraguato, pero nosotros nunca recibimos su atención.
Eran los estertores del debate, que Sheinbaum aprovechó para dimensionar el autoritarismo del pasado.
Si vamos a hablar de autoritarismo, la represión del 68 al 71; de Atenco, Aguas Blancas, Nochixtlán, eso sí es autoritarismo, recalcó.