Bernardo Monroy/Fotos: Bernardo Monroy/León, Gto.- La colonia Obrera es una de las más antiguas de León. En cada una de sus calles, sus mercados y sus casas, hay una historia que contar. Tal es el caso de Don Daniel Martínez, quien a sus más de 70 años, se dedica a crear, con sus manos y su ingenio, las características sillas Acapulco. Actualmente, es de los pocos artesanos de este oficio que persisten en León.
En plena calle Brasil, cerca del Mercado Revolución, se pueden ver estas sillas tan propias de los hoteles acapulqueños. Su característica estructura y sus vívidos colores destacan entre los callejones de la colonia, una de las más antiguas de León. Es allí donde Daniel Martínez se levanta, desde las 7:00 de la mañana, y comienza a tejer y dar forma a estas sillas, así como mecedoras y camsastros. Son, sin duda alguna, un ícono de los años cincuenta en México.
El hombre va tejiendo poco a poco. Lo que parece un montón de fierro y tiras de plástico, se convierte en unas glamourosas sillas. Aunque en el estado de Guerrero quienes se dedican a su manufactura abundan, en Guanajuato no son pocos, pero constantes y dedicados. Tal es el caso de Don Daniel Martínez, de 77 años.
Mientras teje, cuenta su historia: “Aprendí a hacer muchos tejidos, desde que me fui a Guadalajara. Corría el año 1965, y así me he dedicado a esto. Poco a poco le voy dando forma. Puede parecer sencillo a primera vista, pero como todo en la vida tiene su arte: primero se buscan las medidas, y se cobran las hebras que van de base. De esta forma es como la silla o cualquier otra pieza va quedando. Tiene que ir todo estirado para que quede bien. Aquí en León lo que utilizo es el plástico tipo rejilla, pero también me lo traen de Guadalajara”.

Eso sí: como todo trabajo, requiere su arte:
“La silla Acapulco, para construirla, primero hay que darle forma al armazón con varilla lisa de media pulgada. Hubo un tiempo que yo la soldaba, pero a mi edad ya no me lo permito y mejor tengo un herrero. Una vez que se le ha dado forma, se va tejiendo y estirando hasta que se convierte en la silla como todos la conocemos. Hay que usar un armazón fuerte, si no luego se pandea. Una silla, si la empiezo a las 7:00 de la mañana, a las 6:00 ya está. Los colores son al gusto del cliente. Me vienen a comprar hasta quiroprácticos”.
Al momento que refuerza y tensa el plástico, señala:
“Yo ya tengo mis clientes. Por suerte, me cae mucha chamba. No me he metido a eso de internet, y las redes sociales. En la colonia Obrera ya me conocen y saben de mi trabajo, porque la casa en la que vivo la construyó mi papá, que era de Jalisco. Mi padre empezó y le salió bien. Hoy en día hay muy pocos tejedores de sillas, yo creo que quedan como tres o cuatro familias”.
Estas sillas están repletas de historias y anécdotas. Basta con recordar que también se les conoce como “sillas satélite” o “sillas concha”. Adquirió fama mundial en la segunda década del siglo XX, entre otros aspectos, cuando el mismísimo Elvis Presley se sentó en ella en la película “Fun in Acapulco” de 1963.