Kuali/Fotos:Mayra Mope /Guanajuato,Capital.-El Ballet Hispánico es definido por Eduardo Vilaro como “orgullo latinoamericano”. El director artístico y CEO de la agrupación dancística estadounidense llegó por primera vez al Festival Internacional Cervantino (FIC) tras 53 años de su fundación, para presentar tres de las obras que integran el extenso repertorio moderno y contemporáneo de la compañía; esto como parte de las actividades de clausura de esta celebración cultural.
Línea recta, Sor Juana y 18+1 fueron las piezas en las que se proyectaron años de historia, trabajo comunitario y herencia cultural. La primera de ellas brindó un acercamiento a la danza flamenca desde la mirada y coreografía de Annabelle López Ochoa, coreógrafa belga que busca enfatizar la ausencia de la pareja física en este estilo dancístico. El muñequeo envolvente, la mirada penetrante y los giros de cabeza amenazantes característicos de estilo dancístico se fusionaron con las líneas corporales infinitas del ballet contemporáneo.
El programa continuó con Sor Juana, una obra inspirada en el legado de la poeta, feminista y erudita mexicana del siglo XVII. Los movimientos fuertes y enérgicos de la pieza proyectaron el compromiso de lucha y defensa por los derechos de las mujeres que Sor Juana trató de infundir. La pieza se desarrolló bajo una iluminación lúgubre que aludió al oscurantismo de la época y la opresión del pensamiento que intentó opacar el desarrollo de su obra.
Para concluir, los 15 bailarines de la compañía interpretaron 18+1, una coreografía de Gustavo Ramírez Sansano. Al ritmo de mambo los intérpretes se desenvolvieron en el escenario con naturalidad como si la técnica sólo fuera un recurso para potenciar su expresividad. Al respecto, Eduardo Vilaro comentó en entrevista: “la técnica tiene que adaptarse al bailarín para crear procesos, no productos. Nuestra labor también tiene que ver con romper los estereotipos”.
El jazz fue el género que acogió a grandes músicos durante las primeras décadas del siglo XX, y Chico O´Farril fue uno de ellos. Considerado el arquitecto del jazz afrocubano, O´Farril encontró su camino en la música desde los 12 años, al escuchar una estación de radio que cautivó su oído desde el primer momento.
Ese encuentro lo llevaría más tarde a Europa y Estados Unidos, específicamente a la ciudad de Nueva York, lugar en el que creó la Afro Cuban Big Band, acompañado de su hijo Arturo en el piano. A más de 70 años desde su fundación, el legado de Chico O´Farril sigue vivo bajo la batuta de Arturo O´Farril and The Afro Latin Jazz Orchestra, quienes dejaron grabado un momento inigualable en la historia del Festival Internacional Cervantino.
La explanada de la Alhóndiga de Granaditas fue el espacio que recibió a la agrupación estadounidense en compañía del Colectivo Conga Patria Son Jarocho, para ofrecer una velada mágica de jazz y ritmos veracruzanos. Trumpet Fantasy, Trump, Fuck Trump y El Maquech fueron algunas de las piezas que sirvieron como preámbulo para un programa cargado de latinidad y tradición mexicana.
Arturo presentó algunas composiciones propias, como Afro Latin Jazz Suite, un homenaje festivo a su padre. En ella se pudo apreciar el talento de cada uno de los integrantes y su destreza al mando del saxofón, el piano, el bajo, la trompeta, la batería, el bongó y la conga. Entre versos, rimas y zapateado —auspiciado por Wendy Cao— el público se unió a esta celebración musical con temas representativos
de la cultura mexicana, como La Bamba, El Cascabel y Variaciones, pieza en la que se incluyeron arreglos orquestales de La Cucaracha.
Fue así como concluyó la edición 51 del Festival Internacional Cervantino, con un llamado a la paz frente a los acontecimientos desafortunados que ocurren actualmente en diferentes partes del mundo, como Israel, Ucrania y México.