POLISH CELLO QUARTET

Enrique Avilés Rodríguez

Después de este trabajo [Ofrenda musical]

e inspirado en él, compuso Sebastián su

incomparable Arte de la fuga, brillante

corona de su vida de maestro de la fuga.

                                      Esther Meynell[1]

Todo lo que es posible leer y repetir sobre

los enamorados tímidos, las almas en pena 

y los corazones vacilantes, Chopin lo 

ilustra y lo supera.

                                Bernard Gavoty/Chopin

Como es bien sabido Polonia ha tenido y tiene grandes compositores, cómo Chopin, Paderewski, Szimanowski, Lutoslawski o Gorecki, lo que hace de Polonia una de las grandes potencias musicales del mundo. También tiene grandes y virtuosos ejecutantes como es el caso de los cuatro chelistas de la agrupación Polish Cello Quartet,  que se presentó en el Templo del Señor Santiago Apóstol ubicado en Marfil, con un programa que incluyó obras de Johann Sebastian Bach, la compositora polaca Grazyna Bacewicz y Frederic Chopin.

De El arte de la fuga, la última gran obra en la que Bach trabajó hasta el día de su muerte, pues descubrió que las letras de su apellido tocadas como notas formaban una melodía, y que desgraciadamente dejó inconclusa, el cuarteto polaco ejecutó los contrapuntos I, III, V y X.  Este trabajo postrero ha dividido a los musicólogos, unos consideran que fue escrita para ser ejecutada públicamente al clavicémbalo, otros afirman que es un tratado para enseñar cómo se compone una fuga. En el libro publicado al año siguiente de la muerte de Bach no hay ninguna referencia sobre su instrumentación, lo que ha dado lugar a numerosas versiones, como la de la Netherlands Bach Society o la del Polish Cello Quartet ambas muy destacadas y disfrutables. 

La agrupación prosiguió con el complejo Cuarteto para 4 violonchelos de Bacewicz, una obra atonal en dos movimientos que a decir de la autor es, como su música de la última década de su vida, “violenta y lírica al mismo tiempo”. La ejecución de los instrumentos por momentos es muy diferente a las formas tradicionales de su uso, incluso alguno de los chelistas golpea con el arco al instrumento, considero que para la correcta apreciación de esta densa y difícil obra es necesario escucharla más de una vez. 

La segunda parte de concierto, no podía faltar, fue sólo con piezas breves del intenso Frederic Chopin, como preludios, estudios y valses de gran fuerza emocional que al parecer son la expresión más auténtica de la delicada sensibilidad de Chopin, que influenciaron de forma evidente a algunos compositores mexicanos como Felipe Villanueva, Ricardo Castro  y  Manuel M. Ponce.

Después de un gran aplauso y gritos de otra, otra, los músicos polacos regresaron para sorprendernos con la interpretación de Caminando obra de Silvestre Revueltas creada a partir del poema del mismo nombre escrito por Nicolás Guillén. Este encore evidenció su buen conocimiento de la música de concierto mexicana y según dijeron de su admiración por los compositores latinoamericanos. 


[1] La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach, p. 177.

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