ENCUENTRO CON GOROSITO….
El famoso y gastado símil del político y el jabón, comenzó su aplicación en los Estados Unidos, cuando el general Dwight Eisenhower llegó a la Casa Blanca en 1956, allí por primera vez se aplicaron un conjunto de técnicas llamadas por los anglosajones marketing.
Aunque demás está decir que la respuesta a la compra del jabón o el candidato, nosotros nos quedaremos con el segundo, está en el cerebro del hombre. Dentro de esa masa gelatinosa habitada por cien mil millones de neuronas en las que se gesta el voto, siempre pasando por el tamiz a los prejuicios, dogmatismos y fanatismos que todos a distintos niveles cargamos en nuestra historia de vida.
Los neurocientíficos sociales, un grupo de profesionales que se dedica a investigar la sociedad y el comportamiento humano buscando respuestas a añejos cuestionamientos:
¿Qué reacciones tiene una persona al observar o escuchar a un candidato? ¿Qué motiva a ese ciudadano a escoger por uno de los candidatos que se presentan a la elección o a votar en blanco? ¿Hay cerebros “de izquierda” y “de derecha” como los hemisferios cerebrales?
¿Qué ocurre en el oscuro y enmarañado cerebro durante una campaña electoral?
Lo que menos se presenta según estos profesionales ante la situación es frialdad. Las conclusiones de las últimas investigaciones sobre esta temática nos revelan que no votamos teniendo en cuenta los hechos concretos. Más bien votamos desde nuestros valores, los cuales están estrechamente vinculados a nuestras emociones. El neurocientífico Facundo Hanes, sostiene que: “La toma de decisiones no es un proceso lógico ni computacional, está guiada por lo emotivo”.
Vivimos tomando decisiones. La vida es eso: elegir. No procesamos los pros y los contras de cada elección. La toma de decisiones es automática, inconsciente en la mayoría de los casos y está guiada por la emoción. Según el investigador: “El voto político no escapa a esta lógica”.
La mayoría de las investigaciones han demostrado que cuando uno escucha el discurso de un candidato político, las áreas racionales de su cerebro se activan menos que las áreas emocionales. El bombardeo, en las redes sociales, carteles, spots de campaña y demás elementos propagandísticos, no hacen más que reafirmar una decisión y la inclinación por un candidato y se llega hasta fortalecer cierto rechazo por sus adversarios.
De ahí el votante por lo general no se mueve: cuando los hechos no encajan con su marco de valores, se apaga cierta clase de interruptor neuronal y los hechos disonantes simplemente son ignorados. Es decir, nuestro cerebro tan alérgico al conflicto interno, bloquea la información racional que podría hacernos generar un cambio de opinión. Al momento de buscar las raíces cerebrales de la política, los neurocientíficos sociales se dirigen a los lóbulos frontales, esa parte anterior al cerebro, que Alexander Luria el padre de la neuropsicología Soviética definió como el “órgano de la civilización”.
Ahí es donde radica la esencia de un individuo, el núcleo de la personalidad, los impulsos y las ambiciones. “Lo sociocultural es lo que nos hace humanos” decía Luria.
Mientras que para otro neuropsicólogo, me refiero a Elkhon Non Goldberg, hay una relación que este científico describe de la siguiente manera: estos lóbulos son al cerebro lo que un general a un ejército, un director a una orquesta, el director ejecutivo a una empresa.
Sostiene que por más que se repite que lo importante es lo de adentro en el ser humano, “los rasgos físicos de una persona (imagen) nos influyen al valorarla, sobre todo si esta pretende gobernar un país o una ciudad.”
El psicólogo cognitivo Alexander Todorov considera que:”Los seres humanos hacemos juicios a partir de los rostros en fracciones de segundos en relación a dos aspectos: si un sujeto es abordable o bien conviene evitarlo y si es débil o fuerte. Nuestros cerebros están cableados para mirar caras y deducir las intenciones de los demás. Siempre nos preguntamos si esa persona tiene buenas o malas intenciones.
En el caso de la política los votantes se basan en gran medida en la apariencia facial a la hora de elegir a un candidato, juzgan su madurez, su masculinidad o feminidad, su firmeza, su estabilidad emocional, y en particular sus cualidades de liderazgo”
Por otra parte los estudios coinciden en que las personas con menores niveles educativos y que están expuestas más tiempo a la televisión, toman las decisiones de voto casi exclusivamente en la apariencia (imagen) del candidato y no toman en cuenta sus antecedentes, discursos, promesas o falta de ellas.
Mientras que el neurobiólogo Ralph Adolphs , autor de Emoción y conocimiento en el cerebro humano, considera que en estos procesos de de percepción son claves las denominadas “neuronas espejo o especular”, que descubrieran el mexicano Arturo Alvarez- Buylla, el italiano Giacomo Rizzollatti y el estadounidense Joseph Altman haciéndose acreedores por ello al Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica 2011. Las también conocidas como neuronas de la empatía ya que al decir del investigador italiano “las neuronas espejo te ponen en el lugar del otro”.
Lo cierto es que la neuropolítica digámoslo coloquialmente: “se viene con todo”, y aparenta ser en el futuro un campo con enorme capacidad de aportar indicios y sugerencias que podrían ser claves en el resultado de una elección. Indudablemente siguen vigentes las palabras de Joe Mac Guinnes en Cómo se vende un Presidente publicado en 1972: “No debiera sorprenderme que políticos y publicistas se descubrieron mutuamente. Y una vez que hubieron comprobado que el ciudadano no vota tanto a un candidato como realiza una compra psicológica del mismo, no hay que extrañarse que comenzaron a colaborar”.
¡Hasta el próximo encuentro…!
Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez